viernes, 27 de septiembre de 2013

El tesoro escondido del Mont Blanc

A las 8.10 horas de la mañana del 24 de enero de 1966, un avión Boeing 707 de Air India, el Kangchenjunga, que viajaba de Bombay a Nueva York, se estrelló violentamente, por razones todavía hoy desconocidas, contra la cumbre del Mont-Blanc, a 4.750 metros de altitud, dejando tras de sí un trágico rastro de 117 muertos e insondables misterios. Casi medio siglo después, un hallazgo sorprendente ha añadido nuevos interrogantes a aquel drama: un joven alpinista de Saboya encontró el pasado 9 de septiembre en el glaciar de Bossons una caja metálica en cuyo interior, cuidadosamente guardadas en pequeñas bolsas con la inscripción Made in India, había un centenar de piedras preciosas –rubíes, zafiros, esmeraldas...– por un valor de cientos de miles de euros. Los expertos apenas tienen ninguna duda de que forma parte de los restos del Kangchenjunga, del cual ya se halló el año pasado, en el mismo glaciar, una valija diplomática.

El joven alpinista, cuya identidad permanece bien guardada, entregó su tesoro a la brigada de la Gendarmería Nacional de Haute-Tarentaise –que agrupa a varios municipios, entre ellos Val d’Isère y Tignes–, según explicó el comandante de Albertville, Sylvain Merly, al diario Le Dauphiné Libéré. “Es un joven honesto, que comprendió enseguida que las joyas pertenecían a alguien que había muerto en el glaciar”, declaró el comandante Merly.

Si no se consigue determinar la identidad de los propietarios o herederos –una tarea ardua, habida cuenta del tiempo transcurrido–, las joyas pasarán a ser propiedad de su descubridor, tal como prevé al artículo 716 del Código Civil francés, una razón adicional según los gendarmes para mantenerle en el anonimato. Mientras tanto, el tesoro de los Alpes permanecerá bajo custodia de la fiscalía. Un joyero que ha examinado las piedras preciosas a petición de la Gendarmería ha evaluado su valor en entre 130.000 y 240.000 euros.

Los gendarmes dan prácticamente por hecho que la caja con las joyas procede del Boeing 707 que se estrelló en 1966, pues en los últimos años se han ido encontrado numerosos objetos y restos de este avión. Pero podría ser también de otro aparato indio que dieciséis años antes, el 3 de noviembre de 1950, se empotró también en las laderas del Montblanc: un Loocked L-749, bautizado Malabar Princess, que cubría la línea Bombay-Londres, y en el que viajaban 45 personas. Ninguna de ellas sobrevivió tampoco.

En los últimos años, especialmente con el deshielo del verano, el glaciar de Bossons ha ido devolviendo restos de ambos aviones que han despertado el apetito de los buscadores de rarezas y tesoros. Debido a sus características –fuerte pendiente y relieve accidentado, con numerosas grietas–, los alpinistas tienden a evitar el glaciar de Bossons. Salvo quienes quieren remover sus entrañas en busca de hallazgos sorprendentes. Ninguno hasta ahora había sido de tanto valor. Al menos, que se conozca... Los exploradores han encontrado, desde los años setenta, sorpresas macabras –restos humanos–, piezas procedentes de ambos aviones –un motor del Malabar Princess, una rueda, trozos de la carlinga– y objetos de todo tipo, desde piezas de bisutería a carteras, pasando por zapatos o recortes de prensa de 1966. En agosto del 2012, dos alpinistas descubrieron un saco de correo marcado como “Diplomatic Mail. Ministry of External Affaires”, del Gobierno indio. El correo estaba muy dañado por la humedad, pero representantes de la legación diplomática india en Francia recuperaron su contenido con el fin de salvar lo salvable y hacer llegar a su destinatario –eso sí, con más de cuarenta años de retraso– lo recuperado.

El hallazgo de la caja con las joyas es el último, pero no el único misterio, que rodea el accidente del Boeing 707 de Air India en 1966 –donde, además de la tripulación y los pasajeros, viajaban una veintena de monos macacos–, cuyas causas siguen siendo una incógnita. En su momento se especuló con la posibilidad de una colisión accidental en el aire con un avión militar italiano, e incluso con un atentado. Esta última hipótesis se sustenta únicamente en el hecho de que entre los pasajeros del Kangchenjunga se encontraba el célebre ingeniero atómico Homi Jehangir Bhabba, considerado el padre del programa nuclear indio. Los defensores de la teoría de la conspiración han especulado con una acción de servicios secretos occidentales para detener el programa nuclear indio.


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